19-12-08 - Nº 6 - José Luís de Miguel (pianista)

JOSÉ LUIS DE MIGUEL UBAGO, piano



1. Franz Liszt (1811-1886).
Tres sonetos de Petrarca (Nos. 47, 104 y 123). Aparecen como las obras 4, 5 y 6 del segundo de los “Años de peregrinación”, Op.161 (catalogo de Searle).

Las obras.
“Años de peregrinación” es una colección de obras para piano compuestas por Liszt durante sus viajes por Suiza e Italia con la condesa d’Agoult en 1835-1839, publicadas en dos volúmenes, en 1855 y 1858, que comprenden nueve y cinco piezas respectivamente. Más tarde, en un tercer volumen de igual título fueron reunidas otras siete obras de análogo carácter (1867-1881). En el prefacio a la edición, Liszt declara haber concebido con estas piezas una traducción musical de las más poderosas y vivas impresiones entre todas las recibidas en las diferentes ciudades que visitó y que, para él, estaban “consagradas por la historia y la poesía”.



Los “Sonetos de Petrarca” del segundo año destacan entre las obras más interesantes por la sobriedad expresiva de la inspiración melódica y por la riqueza de sus armonías. Aquí, el arte surge del arte. Con anterioridad a Liszt, este hecho no se había dado con tanta claridad, énfasis y alcance.
El Soneto 47 (Pace non trovo e non ho da far guerra) respira alegría y el tema principal es conducido con la mano derecha sobre unos arpegios de la izquierda. El Soneto 104 (Benedetto sia 'l giorno, e 'l mese, e l'anno),nos pinta un cuadro elegíaco, en el que alternan momentos de exultación con otros de tristeza, acabando en suave melancolía. El Soneto 123 (I'vidi in terra angelici costumi),describe una especie de ensueño contemplativo, la melodía principal nos presenta de nuevo la tristeza con algunos momentos de paisajes tempestuosos en las notas más agudas. Finalmente, todo acaba con el triunfo del misticismo y del desprendimiento de todo bien terrenal.
Fueron compuestos primero para voz y piano: “Tres sonetos de Petrarca” Op. 269 (catálogo de Searle) para una voz con acompañamiento de piano, existiendo numerosas versiones que se numeran separadamente.

Aspectos biográficos.
Mucha gente todavía asocia el nombre de Liszt con saltos y piruetas sobre las teclas del piano, cuando no con escalas en octava que suben y bajan tempestuosamente.
Razones no faltan. Fue considerado en su época como el pianista más genial de todos los tiempos, hizo su debut en París con tan sólo doce años de edad y mostrando tan pronto un talento de tal magnitud, sus padres se trasladaron a Viena para encontrarle un buen profesor. Estudió con Czerny durante un año y dio su primer concierto a los doce años, además de componer sus primeras obras ese mismo año 1823. Luego dejó de tomar lecciones de piano, utilizaba por su cuenta el método de Kalbrenner y tomó lecciones de teoría de la música con Ferdinando Paër y Anton Reicha. En 1824-1826 dio una gira por Inglaterra que le dio enorme fama. En 1832 escuchó en París un recital
de Paganini que le dejó profundamente impresionado. Así, en una carta a un amigo escribe: “¡Qué hombre, qué violín, qué artista! ¡Oh Dios, qué dolor y sufrimiento, qué tormento en aquellas cuatro cuerdas!”. Empezó ahí a sumergirse en el estudio del virtuosismo de su instrumento, de modo que la influencia de Paganini añadió una dirección determinante enfocada a una tendencia que era evidente con anterioridad. Así, llegó a ser considerado, como Paganini, como una especie particular de héroe: misterioso, repulsivo y que portaba consigo asociaciones oscuras y malignas con el otro mundo. Conoció a gentes de la cultura romántica, como la condesa d’Agoult. La condesa escribiría más tarde una novela con Liszt de protagonista. Otros escritos posteriores, como una novela de Balzac, incluyen aspectos de la vida de Liszt. El mismo pianista escribió ensayos musicales y hasta se le atribuyeron escritos que eran, en realidad, de la condesa o de su siguiente amante, la princesa Sayn-Wittgenstein.
Su lado más íntimo y personal es poco conocido. Algunas de las 23 obras que contiene “Años de peregrinación” nos presentan una imagen de Liszt totalmente contraria a la que se está habitualmente acostumbrado. Las dos primeras partes del ciclo están completamente vinculadas con su vida privada, sobre todo las románticas escapadas a Suiza e Italia junto con la condesa Marie d’Agoult, una mujer que en 1835 abandonó a su familia para convertirse en su amante y que sería la madre de sus tres hijos. De Italia recibió Liszt unas impresiones muy fuertes de su literatura y el arte del Renacimiento, que dieron lugar a piezas maestras basadas en Migel Angel, Dante y Petrarca.



Estética y ética.
Liszt afirmaba que la música se relaciona con el lenguaje poético y que ella es “un lenguaje más apto que la poesía misma para expresar todo lo que escapa al análisis y se relaciona con inaccesibles profundidades, con deseos imperecederos, con presentimientos infinitos”. Y también que “El sentido oculto y poético de las cosas, esa idealidad que reside en todas ellas, parece cobrar especial relieve en las creaciones del arte”. En definitiva, la estética de Liszt consideraba a la música como un arte que necesitaba ir unido a otros, no hacer solo su camino. Así es como concibe estas obras que se sueldan con las artes de la pintura, literatura y arquitectura. Este punto de vista es el de la música programática, a la que da un nuevo impulso, siendo el centro de controversias que aun perduran. Por cierto, a pesar de que no compuso óperas, Liszt fue tentado por Wagner a hacer una "Tatralogía" a partir de La Divina Comedia, de Dante (un prólogo y tres óperas), ya que se dedicó a componer una "Sinfonía Dante" después de que Wagner abandonara la idea de hacerla él mismo. Pero volvamos al piano y Años de peregrinación. Esta música no "pinta" paisajes, palacios, cuadros o poesías. Se vale del virtuosismo para ir más allá del límite y llegar a expresar con sonidos lo que dicen esas otras artes. Por eso su obra es trascendental (no confundir con "trascendente"). Sus oponentes pensaban –o piensan- que el sublime carácter de la música había sido violado. En sus mentes, el lenguaje de la música era algo abstracto y no podía (o no debería) relatar cosas particulares o individuales, sino sólo abstracciones. Liszt no pensaba así y un ejemplo evidente es “Años de peregrinación”. A este respecto hay que recordar que, tras conocer a Wagner y sortear varios altibajos en la amistad entre ambos genios, quedaría fuertemente influenciado por su teoría acerca de "La obra de arte total", que debería ser exactamente eso: Una obra escénica en la que todas las artes estuviesen unidas por un propósito común, cosa que Wagner consiguió -o él creyó conseguir- con la Tetralogía de Los Nibelungos.
Durante los años que siguieron al episodio amoroso mencionado antes, Liszt obtuvo éxitos inenarrables actuando como concertista de piano, pero también grandes decepciones en su vida artística y personal. Al final, su incorporación a una vida formalmente religiosa -en la década de 1860 recibió las órdenes menores y se le empezó a llamar "el abate Liszt"- contribuyó a una metamorfosis existencial que le llevó a dar de lado al virtuosismo para poner en primer plano la austeridad y la introspección.




2. Fryderyk Chopin (1810-1849).
Preludio en Do sostenido menor, Op.45.
Esta obra queda aparte de los famosos 24 Preludios, Op.28 (en las 24 tonalidades y escritos casi todos en Mallorca). En efecto, el Op.45 se compuso en 1841 y se publicó en Viena ese mismo año. Un preludio solitario que investiga, no el ritmo, el tempo o habilidades parecidas, sino la tonalidad. Según Alfred Cortot, se introduce por lo menos trece veces en tonalidades diferentes.



3. Fryderyk Chopin:
Polonesa-Fantasía en La bemol, Op.61.
Obra terminada en 1846, año del último periodo compositivo de Chopin, en el que aparece un cierto ensombrecimiento de su estilo, debido probablemente a una maduración de su arte, que se hace así ‘añejo’, sobre todo en el aspecto contrapuntístico y constructivo. En él, los contornos de la melodía, la fresca espontaneidad y hasta la evidencia de la expresión parecen un poco enturbiados. Esta última Polonesa es de una concepción vasta y variada, con abundante uso de los armónicos y el acompañamiento arpegiado, evocadores de “atmósferas” especiales, meditativas y sabias, a lo que también contribuye la riqueza ornamental.


4. Robert Schumann (1810-1856)
Carnaval, Op.9
Escrita en 1834-35, es una obra de fuertes asociaciones extramusicales. Se trata de unas juveniles “confidencias al piano”, entre las que se hallan lo mejor de Schumann en el género de piezas características. Son veinte piezas breves que constituyen una galería de máscaras carnavalescas, figuras femeninas, personas amigas o juegos y caprichos musicales. Los 20 títulos ayudarán sin duda a adivinar su referencia.
Los musicófilos siempre asociamos a Schumann y su obra con Clara Wieck, pianista notable y compositora, con quien se casó tras novelescos episodios en relación con el padre de ella. Pero en esta obra hay que olvidarse de Clara y mirar a otra joven en años anteriores: Ernestina von Fricken, joven baronesa originaria de Bohemia (ver figura).






En un arranque de juego de adolescentes, en 1834 se comprometieron en secreto, pero con el traslado de ella a Asch se fue enfriando la cosa. Mas no terminó la historia, ya que esta relación dio lugar a la composición del Op.9 “Carnaval”, precisamente durante el carnaval de 1835. Se subtitula “Pequeñas escenas sobre cuatro notas” y está escrita a partir de las cuatro notas que –en la notación musical germana- forman la palabra de la ciudad de Ernestina: ASCH, las cuales, además y por azar, son las únicas letras que tienen correspondencia con una nota musical en el apellido “Schumann”. (As= la bemol, C= do, H= si). No es su mejor obra, pero Carnaval es la más brillante y variada en el género instrumental.
FSE.

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