IAGOBA FANLO - Violonchelo solo - 27 de enero de 2012

BACH Y EL VIOLONCHELO




[EN LA IMAGEN, EL VIOLONCHELO DE I. FANLO, CONSTRUÍDO POR J. GUILLAMI,
LUTHIER CATALÁN DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XVIII]



Juan Sebastián Bach permaneció en Köthen desde finales de 1717 hasta 1723, años en los que sus composiciones se ciñeron a la música no religiosa. Ello se debía a que el príncipe de Anthal Cöthen practicaba el calvinismo y los servicios religiosos apenas requerían música. Era costumbre cumplir la norma ‘Cuius regio, eius religio’ , costumbre por la que la religión del príncipe se aplicaba al principado. Además, el órgano de la única iglesia del principado estaba estropeado. De modo que la abundancia de obras para órgano cosechadas durante sus años en Weimar dejaron paso a las admirables obras de música de cámara. Sus obras de cámara de este periodo se cuentan entre las de mayor poder creativo de Bach, quien pasaba también por unos momentos personales bastante felices. En una carta a un amigo decía que era tan feliz que deseaba pasar allí toda su vida.





Las Suites para violonchelo solo.
Bach no fue el primero en escribir para el violonchelo sin acompañamiento, ya que hay ejemplos anteriores debidos a los italianos Domenico Gabrieli y Giovanni Battista Degli Antoni. Sin embargo, es JSBach quien le proporciona el estilo peculiar para el instrumento que terminaría con el predominio de la viola da gamba. Las partituras se conocen en dos manuscritos, el de Anna Magdalena, segunda esposa de Bach (1720/21) y el de Johann Peter Kellner , organista amigo de Juan Sebastian. La primera tiene algunos errores y la de Kellner, realizada en 1725/26, es más exacta aunque falta una pieza. Las suites fueron escritas pensando en los violonchelistas de la orquesta de la corte de Köthen, Bernard Linigke y Kart Ferdinand Abel, siendo Linigke su primer intérprete. La Suite Nº 5 está destinada a un violonchelo “scordato”, un tipo de violonchelo cuya cuarta cuerda (afinada en la) está un tono más bajo que el normal (o sea, en sol). Existe también en partitura para laúd, transcrita por el propio Bach.





Cada suite consta de una sucesión de danzas de estilo barroco, no bailables, a las que se les coloca al principio un Preludio. Las danzas cobran aquí un carácter trascendental que las convierte en magníficas joyas con valor propio. Cada suite contiene seis movimientos cada una denominados de la misma manera, excepto el quinto que consta de dos minuetos en la primera y segunda suites; dos bourrées en las tercera y cuarta y dos gavotas en las quinta y sexta. A estas piezas que van de dos en dos se las llamaba "Galanterien".
Estas Seis Suites son tan bellas como las Seis Sonatas y Partitas para violín solo que Bach había terminado en la misma época (hacia el año 1720). Están consideradas como una especie de Biblia del violonchelo, por su magnífica escritura, su poderoso carácter, por sus valores de todo tipo, ya sean estéticos, éticos o educativos. Por su belleza noble y la ausencia de gestos circenses en el intérprete, quedan transfiguradas en una música sublime, como ninguna otra ha llegado a serlo partiendo de principios tan elementales. El autor muestra su pericia al conseguir del violonchelo cualidades sonoras parecidas a las del órgano así como crear líneas melódicas que, mediante el uso de la doble cuerda, llegan a hacerse polifónicas. Es asombroso que, al prescindir de un acompañamiento en forma de bajo continuo (como era lo usual en la época) no dé la impresión de que hay algo artificial en ello. Al contrario, Bach demuestra que el violonchelo se siente capaz de sonar solo abandonándose a un ejercicio de libertad sin restricciones ni acompañantes que le distraigan del camino.



Christoph Wolf dice en su obra Juan Sebastián Bach, el músico sabio que *En estas obras, Bach se dejó llevar y caminar por senderos musicales completamente desconocidos. De hecho, ambas colecciones de violín y violonchelo sin acompañamiento crean el máximo efecto con un mínimo de ‘herramientas’ instrumentales. Una vez más, Bach, el instrumentista por esencia, replantea y redefine los criterios técnicos de la interpretación explorando globalmente las cualidades idiomáticas del violín y el violonchelo. […] Estas obras demuestran el dominio de Bach en cuanto a técnicas de interpretación, pero también su habilidad para poner en juego, en ausencia completa de acompañamiento en el bajo, densos contrapuntos y refinadas armonías con diseños rítmicos distintivos y bien articulados, especialmente en los movimientos de danza.*


1. Suite Nº 2, en Re menor BWV 1008.

El Preludio, lejos del eufórico carácter de su precedente de la suite nº1, presenta una expresión angustiosa, aligerada por un breve pasaje con cambio de tonalidad.
La Allemanda nos trae una danza majestuosa, manteniendo siempre el acongojante y desconsolado estilo del preludio.
La Courante ‘cambia de tercio’ y nos introduce en un ambiente vigoroso gracias a sus veloces semicorcheas.
Minuetos 1 y 2. nos presentan, el primero, una sonoridad propia de la viola; el segundo cambia a Re mayor y nos trae una sonoridad graciosa y tierna.
La Giga proporciona un final impetuoso, conservando la sombría tonalidad de Re menor de la suite.


2. Suite Nº 4 en Mi b. mayor, BWV 1010.

El Preludio produce, con los medios más sencillos, una ilusión de ‘nota pedal’ que fluye lentamente sobre magníficas armonías. Aparece luego una sección enérgica y rápida que da paso a una conclusión con la majestuosa serenidad del comienzo.
La Allemanda es una página de feliz, radiante y fervorosa calma.
Courante. El movimiento entero está sustentado en una continua alternancia entre el ritmo binario del principio y los grupos de tres notas (tresillos) que Bach introduce.
Sarabande. Un contemplativo movimiento que sorprende desde el primer compás con un cambio de tonalidad respecto a la de la suite en general.
Bourrees 1 y 2. Un breve motivo de cinco notas iguales engendra la totalidad de la primera bourree. La segunda, más corta, se acoge al carácter sencillo e ingenuo propio de esta antigua y tradicional danza.
Giga. Una pieza difícil concebida como una especie de movimiento perpetuo que nos trae reminiscencias del Concierto de Brandenburgo Nº6.



3. Suite Nº 5 en Do menor, BWV 1011.

Preludio. De excepcionales dimensiones, se abre con un pomposo aire de estilo francés con una formidable intensidad rítmica. Aparece después un largo episodio fugado al que sigue el desarrollo y la recapitulación (con cambio de tonalidad), terminando con una coda de estructura totalmente clásica.
Allemande. Plena de influencia francesa, mantiene el carácter del precedente preludio.
Courante. Caracterizado por una gran variedad rítmica.
Sarabande. Se trata de una sobria y solemne danza con predominio de corcheas que le proporcionan una delicada expresividad.
Gavottas 1 y 2. Aquí se juega con la oposición entre el ritmo binario de la priimera gavota y el ternario de la segunda.
Giga. Gracias a la sutileza de su escritura, el comienzo de esta danza puede ser oido como si estuviera en la tonalidad de Mi bemol mayor o la de Do menor. Un juego de efectos que estimula la imaginación musical del oyente como sólo puede hacerlo un músico de la talla de J. S. Bach.

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