MIGUEL ÁNGEL LAIZ, piano
Isaac Albéniz (Camprodón, Gerona, 1860 - Cambó, Francia, 1909)
“Recuerdos de viaje” es un conjunto de siete obras escritas a sus 26 años de edad, obras de un españolismo innegable y que anuncian ya –junto a la Suite Española, de los mismos años- su época dorada que resplandecería con Iberia diez años más tarde. Pueden considerarse aquí los mismos comentarios que se hicieron en las notas al programa del día 20 de noviembre del año pasado.
Enrique Granados (Lérida, 1867 - Canal de La Mancha, 1916).
Al igual que Albéniz y Falla, Granados fue un producto nacido de las enseñanzas de Felipe Pedrell, quien preconizaba un nacionalismo musical español el cual se materializaría en la música de los cuatro autores de esta noche. De modo que, si bien se ha dicho muchas veces que la música de Granados está influenciada por la de Albéniz, hay que recordar que ambos bebieron del manantial pedrelliano y de ahí el supuesto parecido de sus obras. Además, ambos proceden del pianismo romántico de Chopin, Liszt y Schumann, como –por otra parte- les pasó a casi todos los pianistas y compositores para piano de principios del siglo XX en Europa.
Felipe Pedrell
Goyescas es la cima de la música de Granados.
(Cuadro: La maja y los embozados, de Goya).
El título enseguida hace pensar en los cuadros del pintor Francisco de Goya, que el músico conocía bien y de ellos está tomado, pero en la música Granados se refiere al Madrid de aquella época.
Estas obras para piano, esbozadas y compuestas en 1909/10, fueron estrenadas en Barcelona el 11 de marzo de 1911 por el autor al piano en el Palau de la Música Catalana. Posteriormente, la música fue transformada en ópera –hecho insólito, pues lo más frecuente lo contrario. Ópera que sería estrenada el 28 de enero de 1916 en el Metropolitan Opera House, de Nueva York. (Precisamente, el 24 de marzo, de regreso a España en el buque Sussex, éste fue torpedeado a su paso por el canal de la Mancha por un submarino alemán, cundió el pánico, Granados vio a su esposa en el agua, se tiró a salvarla y ambos murieron ahogados).
Manuel de Falla (Cádiz, 1876 - Córdoba, Argentina, 1946)
Tras estudiar con Pedrell de 1902 a 1904, Falla entra de lleno en el conocimiento del acervo del folclore musical auténticamente español (y más aún, andaluz), no el inventado o falso que tanto se aplaudía entonces. Como diría Joaquín Rodrigo, en estas piezas Falla hace una “búsqueda tímida, balbuciente todavía, de un afán por escapar de una forma y unos moldes prestados”.
Aragonesa y Andaluza son primera y cuarta de las “Cuatro piezas españolas para piano” editadas en 1909 en París. Obra dedicada a Albéniz y estrenada por Ricardo Viñes en París, quien también las interpretó en Madrid en 1912.
Joaquín Turina (Sevilla 1882 – Madrid, 1949)
“Danzas fantásticas” son tres danzas para piano compuestas en agosto de 1919 y que Turina llevó a la orquesta ese mismo año, publicándolas con el número de opus 22.
(Figura: Joaquín Turina)
Sus títulos son Exaltación, Ensueño y Orgía. En realidad, no se trata de una versión orquestal de una obra para piano ni viceversa, sino que el autor quiso que fueran independientes pues, como dice, “fueron concebidas para dos versiones sonoras”, ambas originales. Es decir, son dos obras de igual música pero con personalidad propia. Sin embargo, y aunque la parte pianística fue compuesta antes, la que se llevó el nº de opus fue la orquestal. Quizás algo de “culpa” tenga el hecho de que la orquestal se estrenó antes, en febrero de 1920, miemntras que la de piano lo fue en junio del mismo año.
Orgía es, según palabras del propio autor, “una farruca andaluza, con adornos y dibujos flamencos, falsetas de guitarra, lindando con el tipo gitano y los jipíos del cante jondo”. Para explicar esta pieza, nada mejor que citar de nuevo al autor: “En estas danzas no interviene el elemento literario y para su explicación bastará copiar los epígrafes que llevan cada una de ellas” - Y de Orgía dice: “El perfume de las flores se confundía con el olor de manzanilla, y del fondo de las estrechas copas, llenas de vino incomparable, como incienso, se elevaba la alegría”.
(F. Soria E.)
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