LOS COMIENZOS DE BEETHOVEN COMO
COMPOSITOR EN VIENA.
Concierto en Granada el 17 de mayo de 2013.
Concierto en Granada el 17 de mayo de 2013.
El
segundo y definitivo viaje de Beethoven a Viena, en noviembre de 1792, fue la gran oportunidad del compositor para
desarrollar su carrera. Inició sus actividades y contactos en unas dos semana,
al cabo de las que ya había contactado con el conde Waldstein y se convirtió en
alumno de Haydn. El excelente bagaje artístico que portaba y la amistad de estos
dos pilares le abrieron las puertas de la nobleza. Al principio, Beethoven era considerado en
Viena solamente como un virtuoso del piano. Como compositor, era nada más que
un alumno más, aunque ya tenía en su haber un importante conjunto de obras
propias creadas en Bonn, que le proporcionarían, en su momento, el salto al
estatus de compositor vienés. Llegó a Viena en un momento inmejorable para un
intérprete de piano.
En
1791 muchos músicos habían cambiado de residencia a Londres huyendo de la
guerra frente a las tropas napoleónicas. Así pasó con los que le podrían haber hecho sombra, como Clementi y
Cramer. J. Wolff se asentó en Varsovia y
Mozart había muerto un año antes, quedando Viena sin un pianista que ocupase su
lugar. En Londres vivía Dussek, Haydn
(que escribió allí sus últimas obras pianísticas) y George Frederick Pinto (que
compuso allí sus excelentes sonatas para piano). Pinto, Dussek y Clementi sirvieron
de modelo a bastantes sonatas de Beethoven y Schubert. En estas circunstancias,
hasta 1800, Beethoven pudo desarrollar sin competencia alguna su carrera de
pianista a partir de 1792. En 1800 ya era una personalidad de la vida musical
vienesa y comenzó a hacer su carrera de compositor profesional.
Concierto para
piano Nº 2, en si bemol mayor , Op. 19
Este
segundo concierto es en realidad el primero que compuso Beethoven para piano y
orquesta. Comenzado antes de 1793, la partitura sufrió al menos dos revisiones
y ampliaciones: una en 1795 para ser interpretado en Viena y otra para una
nueva ejecución en Praga en 1798. Se publicó en Leipzig en 1801, no sin recibir
los ‘últimos retoques’ del autor a la partitura antes de su entrada en imprenta.
Esta es la versión que se utiliza habitualmente.
A
finales de marzo de 1795, Beethoven se presentaba en Viena mediante tres
conciertos públicos en el Burgtheater, interpretando este concierto el primer
día (lo que constituyó su estreno), improvisando al piano el siguiente y un
concierto de Mozart el tercer día, en el que incluyó una cadencia compuesta
para la ocasión. Estamos en los primeros años vieneses del compositor, quien ya
había recogido excelentes críticas del mundo musical. Faltaba poner de su parte
al público y eso perseguía con estos tres días, 29, 30 y 31 de marzo de 1795.
Escrito
en un estilo claramente dieciochesco, su estructura camerística (no hay
clarinetes, trompetas ni timbales) se debe a la mencionada inexperiencia pero
también a la necesidad de tener a mano obras “portátiles”, de fácil “montaje”
en cualquier sala y con cualquier orquesta. Beethoven todavía tenía ciertas carencias en música sinfónica; él mismo les decía a sus editores -Hofmaister
y Breitkopf y Härtel- que era “un concierto que no considero una de mis mejores
obras”, y también que “es bueno quedarse con las mejores obras para uno mismo
durante un tiempo”. Se estaba refiriendo
al concierto Nº 3, que al parecer ya tenía terminado. Estas declaraciones son
importantes dado que desvelan el resplandor de una práctica que había sido
iniciada unos años antes por Haydn y Mozart: los derechos de autor. Con sus
palabras, Beethoven estaba dando a
entender que si las obras menores
fracasan, por eso cobra menos por ellas, como hizo con su segundo concierto;
además, que las obras mejores tienen un precio más elevado. Estos ‘derechos de autor’ solo producían
ganancias una vez, cuando el editor imprimía la obra, pero no cuando era interpretada
en sucesivas ocasiones.
Concierto para piano Nº
3, en do menor, Op. 37.
Escrito,
estrenado y publicado en Viena (1800, 1803 y 1804 respectivamente), este
concierto inaugura la etapa llamada “heroica” de Beethoven, ponindo de relieve
esa tonalidad de Do menor que usaría para sus obras más románticas, íntimas y
personales. En él descubrimos al compositor por excelencia, el Beethoven que
arranca con ímpetu irrefrenable que le llevaría a la cima del Olimpo musical,
desde el principio y para siempre. Desde la Sonata para piano
Op.13 (Patética), de 1797, Beethoven va tomando un especial interés por
la tonalidad de “Do menor”, la cual será retomada en numerosas ocasiones
cumbres a lo largo de su vida creadora. En ese "ambiente" o estilo heroico del compositor de Bonn nacerían más tarde obras tan
significativas como la marcha fúnebre de la Tercera Sinfonía (‘Heroica’), la
Quinta Sinfonía, la obertura “Coriolano” y la Sonata Nº2 para violín y piano,
Op. 30. Y en este clima dramático-heroico,
heredero del movimiento literario alemán “Sturm und Drang’ (Tormenta e ímpetu)
de los años 1765 a 1785, es donde surge el movimiento romántico en música de la
mano del Concierto que nos ocupa.
En el primer movimiento, ‘Allegro con brio’, y
tras la introducción orquestal, entra el solista con una fuerza y arrebato
dignos de la mencionada herencia. Esas impulsivas escalas ascendentes
constituyen la verdadera puerta del llamado desde ahora el “espíritu del do
menor” de Beethoven.
El segundo movimiento, ‘Largo’, constituye
una manifestación de genialidad lírica de Beethoven que se adelanta así al espíritu
de los Nocturnos de Chopin. En él aparecen toda una tipología de dificultades
técnicas que serían desde entonces motivo de protesta de muchos intérpretes.
El tercer
movimiento,’Rondo allegro’, con ese aire
de vivacidad y de contrastes tonales, que recuerda a una danza húngara, viene a
poner un final redondo a una obra con la que Beethoven deja atrás
definitivamente el estilo de su primera
época que abarca sus años de Bonn hasta los primeros de Viena (1782 a 1802).
En los círculos del idealismo alemán, este concierto estaba considerado como
el paradigma del concierto romántico. Entre los años 1880 y 1914, fue el modelo
a imitar entre los compositores así como el favorito de los intérpretes.
Concierto para piano Nº 4, en sol
mayor, Op.58.
Terminado
en julio de 1806, se estrenó en 1808, en el Theater and der Wien junto con las
sinfonías Quinta y Sexta. Como intérprete, actuaría el propio compositor en la
que sería su última aparición pública como solista debido a la sordera que ya
iba siendo severa. Obra maestra del pianismo concertante, y hasta de toda la
música para piano, los retos que le presentan al intérprete quedan plasmados en
el hecho de que en vida de Beethoven solo se interpretó en Viena dos veces,
ambas con el compositor como solista. Destacados pianistas, como Ries (alumno
de Beethoven) y Stein fueron requeridos en cierta ocasión por Beethoven para
que lo interpretasen, pero ambos le dijeron que el tiempo de estudio era poco
(quedaban cinco días para el concierto) y le pidieron que lo cambiase por el
concierto en do menor (Nº 3), a lo que el compositor tuvo que ceder.
Tras el estreno, la revista
musical “Allgemeinen Musicalischen
Zeitung” publicó el 17 de mayo de 18 09: El concierto en sol mayor “es el más
maravilloso, original, artístico y lleno de dificultades de entre los de
Beethoven. El primer movimiento, sobre todo, debe ser escuchado varias veces
para llegar a comprenderlo y disfrutarlo. El segundo tiempo, tremendamente
expresivo dentro de su hermosa sencillez;
y el tercero, enérgico y pleno de arrebatadora alegría”.
La mayor
originalidad de la obra reside en el brevísimo segundo movimiento (Andante con
moto), que presenta un acentuado contraste entre la cuerda, con un solo tema
amenazador, y la dulzura del piano, pareciendo el segundo un ‘humilde servidor’
de la primera, parecer que finalmente queda cambiado al manifestarse una
igualdad de ‘opiniones’ en ese diálogo.
Inmediatamente, los estudiosos
buscaron un significado extramusical para ese enfrentamiento tan original,
entre los que no faltaron los tópicos de siempre: que si una esposa sumisa,
criado obediente, hijo respetuoso frente a un padre regañón, etc. La verdad es
que tales cosas no hacen sino esconder el verdadero significado: un significado
musical original y nunca escuchado hasta el momento.
Federico Soria Estevan
Almería, abril de 2013.