07-05-2010 Cuarteto Venus (con clarinete añadido)

F. Schubert (1797-1828)
Movimiento de Cuarteto en Do menor, D.703 ('Quartettesatz')


En diciembre de 1820, Schubert dejó tres obras inacabadas y entre ellas este "Quartettsatz" D.703. Con él quería acercarse a una música de carácter trascendental, casi metafísico. Se encontraba en una encruzijada en su búsqueda y quería hacer algo más íntimo que el Quinteto "La trucha" del año anterior.



Así que aborda el género cuartetístico por decimosegunda vez (llegaría a los 15). Escribe el primer movimiento, en Do menor, y se para en los primeros compases del segundo. Por sí solo, este movimiento es apasionante, todas sus inquietudes son descargadas aquí manifestándose su particular sentido de lo trágico. Su primera audición se hizo en Viena, en un círculo privado, en 1821.


F. Mendelssohn (1809-1847)
Cuarteto Mi bemol Mayor, Op.12


En marzo de 1829, Mendelssohn dirigió la Pasión según San Mateo, de J.S. Bach, rescatándola del inmerecido olvido, lo que constituye un hito en la historia de la interpretación musical, ya que fue un aldabonazo de partida para el conocimiento de la obra de Bach en todo el mundo.







Ese mismo mes comienza a escribir el Cuarteto op.12, terminándolo en septiembre de ese mismo año. Publicado en 1830, se interpretó por primera vez, en privado, en diciembre de 1831. Aunque no es su mejor cuarteto, sí que es una obra "redonda" y musicalmente proporcionada.


W. A. Mozart (1756 - 1791)
Quinteto para clarinete y cuerdas en La Mayor, K.581
(Llamado Quinteto Stadler)


Este Quinteto representa la primera vez en la historia de la música que se usa un clarinete unido a un cuarteto de cuerdas para configurar una obra completa y, por tanto, un nuevo formato. Se puede afirmar que el clarinete 'nació' a principio del siglo XVIII de la mano de J. C. Denner en Nuremberg. Pero el clarinete 'moderno' empieza en el primer tercio del siglo XX, con la inserción del sistema Boehm en el mecanismo de llaves y agujeros, lo que suponía cambios en la digitación.






Mozart, obviamente, escribe para un clarinete tipo Denner y, además, por encargo de su hermano masón Anton Stadler, dando lugar a una asombrosa y genial obra, llena de aciertos melódicos, armónicos y tímbricos, ya que –al primer intento- crea un cuarteto de cuerdas al que le añade un instrumento que era muy moderno y, hasta ahora, usado sólo por la orquesta de Stamitz, en Mannheim. Precisamente fueron los músicos de esa ciudad alemana los que hicieron que Mozart fijara su atención en el nuevo instrumento que, aunque llevaba décadas de uso, a Viena llegó bastante retrasado. El caso es que la obra le sale 'bordada'. El instrumento llegó a gustarle tanto que rehizo algunas partituras de obras anteriores para poder incluirlo en ellas. Además, sus tres obras con clarinete solista (Trío K.498, Quinteto K.581 y Concierto K.622) han quedado como ejemplo insuperable en el uso de este instrumento. La obra está llena de simbolismo masón, siendo así una hermana, menor si se quiere, de la ópera 'La flauta mágica'.

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