25-11-2009 - Paula Coronas, piano

PAULA CORONAS, pianista

1. Franz Liszt (1811-1886).


“Años de peregrinación” es una colección de obras para piano compuestas por Liszt durante sus viajes por Suiza e Italia con la condesa d’Agoult en 1835-1839, publicadas en dos volúmenes, en 1855 y 1858, que comprenden nueve y cinco piezas respectivamente. Más tarde, en un tercer volumen de igual título fueron reunidas otras siete obras de análogo carácter (1867-1881). En el prefacio a la edición, Liszt declara haber concebido con estas piezas una traducción musical de las más poderosas y vivas impresiones entre todas las recibidas en las diferentes ciudades que visitó y que, para él, estaban “consagradas por la historia y la poesía”.

‘Venecia e Napoli’ es un tríptico compuesto para complementar el segundo cuaderno de Años de peregrinaje. Son tres obras que evocan aspectos populares de la Italia que él conoció en 1838.
Gondoliera (Quasi allegretto) está escrita a partir de una ‘canzona’ de Peruchini, creando una obra sencilla y de ambiente tranquilo y amable cuyo final se va transformando en una armonía que escapa y se desvanece.
‘Canzone’ (Lento doloroso – Piu lento) nos trae el recuerdo de una canción de gondolero que aparece en la ópera Otelo de Rossini. Es la más corta y sencilla de estas tres piezas. Se mantiene sobre un trémolo típico de guitarra.
‘Tarantella’ (Presto – Piu vivace – Canzone napolitana – Prestísimo) es la pieza que presenta un mayor deasarrollo y duración. Tras un período de espera, la música arremete un tempo brillante que alterna momentos de calma. Luego, la Canzone napolitana nos devuelve un cantabile que es presentado con variaciones variadas. El prestísimo conclusivo incluye pasajes de enorme virtuosismo.

2. Scriabine (1872-1915).
Nocturno para la mano izquierda, Op.9



Scriabine sufrió en 1894 una enfermedad de los nervios de la mano derecha, escribiendo esta obra que ,en realidad, está escrita en dos pentagramas y hasta hay momentos en que la utilización de las dos manos es casi obligada. El Nocturno presenta una melodía cantante subrayada por movimientos ascendentes del bajo. Su estilo recuerda al de Liszt.

3. Claude Debussy (1862-1918)
Preludio Nº 12 del Libro II, llamado “Fuegos artificiales”

Es una obra brillante y poética a la vez. Como su nombre indica, se trata de una música llena de efectos de virtuosismo deslumbrante, juegos “pirotécnicos” de los que dijo Alfred Cortot que eran “Vapores durmientes de llamas de bengala que despiden chispas solitarias y el batir de cohetes y el centelleo de estrellas …”


4. Enrique Granados (1867-1916).
Valses poéticos.

Se trata de unas piezas cortas, de carácter epigramático, que en compás de tres por cuatro se presentan en un conjunto de parecida temática, mezcla de vals y poesía. Miniaturas que no carecen de encanto especial granadiense, si bien ahí detrás se sospecha enseguida la presencia de Chopin y también la de Schubert, mezcla de la que surge un rasgo genuinamente propio de Granados.
La obra completa consta de nueve piezas: Vivace molto, Melódico, Tempo de vals noble, Tempo de vals lento, Allegro humorístico, Allegretto (Elegante), Quasi ad limitum (Sentimental), Vivo, Presto.


5. Joaquín Rodrigo (1901-1999)
Serenata española

Las obras para piano de Rodrigo no suelen copar los repertorios de los escenarios, pero compuso más de veinte obras para piano. La de hoy fue compuesta ante las peticiones de su editor y también de los ruegos de su novia para que escribiera “una cosa española y andaluza para piano”. Escrita antes de los treinta años, la dedicó al pianista José Iturbi.
Como toda serenata, incluye pasajes de concierto nocturno para festejar a alguien. Su estilo es fundamentalmente albeniciano y por primera vez el autor se aparta del arcaísmo que sería la temática de sus mejores obras por llegar.

6. Isaac Albéniz (1860-1909)
Aragón, Cuba, Castilla (De la Suite Española, Op.47)

No se sabe con exactitud la fecha de composición de estas piezas de la opus 47, aunque sí que lo fueron alrededor del año 1886, y no fueron concebidas como un todo uniforme. Incluso, algunas aparecen con otros nombres en otros años y ediciones. De cualquier forma ellas representan un primer estilo albeniciano y, en la opinión de Antonio Iglesias, podrían ser el arranque de una escuela nacionalista española que daría sus mejores frutos unos diez años después, cuando empezaron a aparecer los cuatro cuadernos de “Iberia”.


Aragón (Fantasía). Es la misma obra que editó Alphonse Leduc con el título de “Aragonaise, Jota espagnole”. Es una fantasía tratada con el mismo espíritu de la Sevillana de la segunda pieza: una copla encuadrada de movimientos rítmicos. Menos brillante que ella, es noble y alegre pero resulta algo inexpresiva.

Cuba (Capricho). No hay que olvidar que en 1886 Cuba formaba parte de España. Albéniz la visitó en su escapada juvenil y quedó enganchado a esta danza de balanceo desfalleciente, de esa alianza mórbida entre los compases binarios y ternarios. Todo ello está tratado aquí con especial sutileza. Hay un tiempo central en el que la música es sensiblemente poética, pero el principio y el final son danzas cubanas, esto es: habaneras.

Castilla (Seguidilla) Es una pieza de extraordinario valor, una obra puramente musical. Alguien ha dicho que “traducir música a palabras es como traducir Cervantes a ecuaciones matemáticas”. Pues aquí tenemos una música intraducible: para saborearle hay que escucharla en vivo, en directo y en una ejecución irreprochable. Laplane dice que ”No tiene pareja en el mundo de la música para piano. Es el coronamiento y transfiguración del ritmo, arrebatado y elemental, que surge a cada paso y en todos los registros, quebrando la melodía; o mejor todavía, recreándola sin cesar y arrastrándola sin descanso en un arranque impetuoso de bacanal”.

Eduardo Ocón (1833-1901)
Rapsodia andaluza, Op. 9


Se puede considerar a Ocón como un antecesor del Nacionalismo español en música, aunque siempre a la sombra de Albéniz, cuya música de la primera época es evocada de manera evidente en numerosas obras.
La Rapsodia Andaluza nos presenta este nacionalismo “recreado” y revestido de un folclore que a veces resulta banal y de salón.

No hay comentarios: